Ficha de documento Dossier : Medios de comunicacion, Vida cotidiana y Programas de desarrollo para la construccion de paz en Colombia.

Oscar Moreno Martinez, Colombia, abril 2007

El papel de los relatos noticiosos en la construcción de un proyecto comunicativo para la paz en Colombia.

Los relatos noticiosos que la televisión construye de la violencia en Colombia no contribuyen a una cultura de paz, sino que aumentan los niveles de miedo en la sociedad y conducen a que el ciudadano asuma la violencia como algo inevitable que sólo puede solucionar el Estado y que no puede resolverse por medio de un acuerdo político.

Ref.: Flores, Pamela, Crawford, Livingston. El papel de los relatos noticiosos en la construcción de un proyecto comunicativo para la paz en Colombia. Barranquilla: artículo publicado en la revista Diálogos de la comunicación. No 61. 2001.

Idiomas: español

Tipo de documento:  Articulo

La investigación realizada por Pamela Flores y Livingston Crawford “El papel de los relatos noticiosos en la construcción de un proyecto comunicativo para la paz en Colombia”, analizó la relación entre televisión, violencia y miedo, partiendo de los estudios realizados por Gerber y Gross sobre la incidencia de los mensajes violentos televisivos en los miedos de las personas. Con ese fin, se implementaron 400 encuestas en Barranquilla (Colombia) en los seis estratos socioeconómicos (divididos entre los que ven más o menos de dos horas diarias de televisión) La investigación, además de las encuestas, realizó un monitoreo de los relatos de los noticieros nacionales y regionales.

La investigación concluyó que el relato de violencia construido por los medios en Colombia, ha posibilitado la imagen de un conflicto inasible, interminable e inevitable que conduce a la desesperanza y al control social por parte del Estado. ¿Qué herramientas narrativas utilizan los medios en sus relatos del conflicto? y ¿Cuál es el papel del periodista en la construcción de estos relatos?

Las masacres, las tomas guerrilleras o las batallas son temas exclusivos de la noticia; no existe un seguimiento de hechos de manera cronológica que permita ubicarlos en el tiempo para, de esa forma, crear una memoria del conflicto; tampoco la noticia es contextualizada con hechos pasados que ayuden a entender la coyuntura. La excesiva duración y repetición de imágenes sangrientas contribuyen a la sensación de que la muerte en Colombia es tan cotidiana como inevitable.

Cuando las noticias se muestran descontextualizadas, la representación que del conflicto resulta una maraña de sucesos inconexos que muestran tragedias, muertes y matanzas a la deriva que el espectador no comprende y que termina por rechazar. En cambio, cuando se muestran noticias de operaciones militares exitosas, se legitima el papel del gobierno como el ente salvador que absorbe la participación ciudadana a la que la población tiene derecho. Por lo tanto, cuando la sociedad se siente amenazada, exige medidas para preservar el estado de las cosas y las instituciones gubernamentales acuden a colmar esta necesidad. Esto desemboca en un control político que no tiene, por parte de la ciudadanía, objeción aceptada de manera colectiva.

El conflicto es una unidad, conformada de distintos elementos que lo hacen complejo y difícil de entender. En el proceso de creación noticiosa, esta unidad pasa por un filtro, creado por el mapa cognitivo del periodista, que lo fragmenta y lo separa dejando ver un sin fin de hechos inconexos. A partir de esta imagen, el espectador crea un mapa cognitivo del conflicto que refleja la incomprensión de la realidad de la guerra en Colombia y por eso, la mayoría de ciudadanos se desentienden de esta realidad; entonces, al mirar el conflicto como algo lejano que le compete únicamente al Estado y, ante tantos hechos de violencia que salen en los medios, los ciudadanos exigen, “a como dé lugar”, una solución rápida y eficaz.

Los autores afirman que el periodista y los medios de comunicación tienen una responsabilidad enorme a la hora de poner a rodar el proceso desde la construcción de imaginarios de miedo en los relatos de guerra y paz del conflicto armado colombiano a la legitimación del poder político. Aunque saben del panorama difícil del periodismo en Colombia: plagado de censura, autocensura, amenazas y falta de recursos; Flores y Crawford instigan a los noticieros para que tengan una política generalizada a la hora de cubrir y presentar el conflicto. A su vez, exigen la construcción de un tejido coherente que conecte los hechos bélicos y explique las causas de la violencia, para ayudar a la comprensión ciudadana de la situación en la que se vive.

Los informativos en Colombia están en la urgente obligación de revisar sus agendas: las prioridades en materia noticiosa, los valores implícitos en las decisiones que toman, lo que esconden tras titulaciones objetivas, los silencios en los que incurren, las perspectivas que favorecen y, sobre todo, los miedos que alimentan. Los periodistas podrían ser protagonistas de los procesos de reconstrucción del tejido social en Colombia, pero para ello, tendrían que hacerse solidarios de la sociedad civil de la cual forman parte.

El periodista tiene un papel fundamental en el proyecto de nación. Se debe empezar a buscar y contar nuevos relatos plurales, contextualizados, que le den voz a los que aún no han hablado. Este recetario de ‘deberes periodísticos’ hacen parte de una utopía a la que probablemente nunca se llegue, pero en la que hay que empezar a creer firmemente para avanzar en el cubrimiento del conflicto colombiano.

Commentario

Decir que los medios están supeditados a las fuerzas económicas y políticas que los dirigen no es nada nuevo. Tampoco es novedoso afirmar que en Colombia los principales noticieros de televisión, que manejan un bien público como la información, están controlados por organizaciones privadas. Ante esta realidad valdría la pena preguntar ¿dónde está la sociedad civil organizada que presiona para que se haga un mejor manejo de la información sobre el conflicto en Colombia? ¿Por qué el ente estatal regulador de las prácticas televisivas, la Comisión Nacional de Televisión, no es más riguroso y organizado al proteger ese bien público nacional? ¿Dónde están las academias de comunicación articuladas observando, vigilando y aportando en la tarea de los medios? ¿En dónde podemos encontrar una asociación de televidentes que se preocupen por la información que están recibiendo? ¿Dónde está el gremio de periodistas que velan por sus derechos? y ¿Dónde está la propuesta de medio público que compita contra los actuales canales privados?