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, Colombia, enero 2006

Internet : acceso y representación social de la paz y la guerra en Colombia.

A pesar de que Internet en Colombia no es un medio de comunicación tan masivo ni relevante como la televisión o la radio en la construcción de representaciones sociales, y así mismo no tiene la misma accesibilidad para la mayoría de la población, sí se ha convertido en un lugar estratégico de las disputas simbólicas de la guerra, y también para los procesos políticos, económicos y culturales de una nueva sociedad que se encuentra “conectada en virtud de las características de Internet”.

Keywords: Conflicto colombiano | Las nuevas tecnologías al servicio de la paz | Periodista | Colombia

Ref.: Libro resultado de la Investigación. Barón Porras, Luis Fernando (Investigador Principal) Rodríguez, Enrique, Weisner, Santiago, Martinez, Maria Consuelo, Bedoya, Adriana, Medina, Fabio, Samudio, Italia, Saavedra, Rosario, Valencia, Mónica y Vargas Ruth ( Coinvestigadores). “Internet, guerra y paz en Colombia”. Centro de Investigación y Educación Popular - CINEP. Colaboración de la Universidad Santo Tomás, ICESI, Pontificia Universidad Javeriana, Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz y el apoyo del Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo de Canadá - CRDI. Ediciones Antropos, Diciembre de 2002. Este libro esta disponible en el CINEP, carrera 5 No 33 A - 08, Bogotá, Colombia. Igualmente se puede acceder al Sitio Web: http//:www.cinep.org.co para obtener más información sobre este proceso.

Idiomas: español

Tipo de documento:  Libro

Internet es lugar de convergencia y articulación de otros medios, es fuente principal y legítima de los relatos informativos que construye la televisión, la prensa y la radio y ha sido creado como un lugar determinante por los actores directamente involucrados en la guerra y la paz. Es decir, lo muestran como lugar importante donde se recrean viejas prácticas y se generan nuevas luchas por la construcción de identidades, por la visibilidad y la existencia social, y por la legitimación de discursos y prácticas.

El campo en el que se mueve el conflicto armado en Internet es uno en el que las armas no son las herramientas para pelear. Es un lugar en donde se lucha por la significación de la guerra, puesto que ganar en este ámbito es el primer paso para ganar militar y socialmente.

Lo anterior ha causado que los actores armados y la sociedad civil en Colombia hayan transformado sus prácticas, tiempos, políticas y estructuras organizativas; así como las relaciones con otros agentes sociales respecto a la comunicación, la información y la guerra. Se interpela entonces el Internet con la creación de nuevas identidades públicas, el ingreso de nuevos agentes al campo mediático y al manejo del discurso informativo y sus reglas.

La existencia de las páginas web de organizaciones vinculadas a las dinámicas de conflicto y paz en Colombia, así como sus prácticas y estrategias de comunicación e información a través de la red, son testimonio de la creciente importancia del campo mediático y simbólico en el desarrollo de procesos políticos, militares, económicos y culturales, y, por tanto, de su mayor relevancia en la configuración de lo público. Su existencia es resultado de decisiones y prácticas políticas de las organizaciones, en un intento de argumentar, debatir y seducir a través de los discursos y la comunicación.

Evidencia igualmente la movilidad de los agentes hacia otras esferas y campos de la vida social para hacer resistencia, socavar y competir con los discursos producidos por los medios de comunicación y por la mediación social que ellos hacen. Los medios, desde esa perspectiva, son ratificados como uno de los principales narradores del presente y de la historia del país y como uno de sus principales agentes.

Las narraciones puestas en juego a través de las prácticas comunicativas e informativas mediadas por Internet, configuran un discurso sobre la guerra que se caracteriza por una estructura dramática que gira alrededor de las afrentas, el dolor y el reconocimiento social, y que tiene como eje central de su dinamismo y reproducción, el discurso de la victimización. Este discurso se construye sobre la identificación de agravios y de hechos injustos que comprometen la dignidad de los agentes y los definen como víctimas que han optado por enfrentar a sus agresores. Así demuestran, por un lado, los motivos y las justificaciones de su agencia; y por otro, justifican o motivan su participación o el aislamiento ante la guerra. En ambos casos se recurre a la identificación y definición de victimarios como culpables de las afrentas, y de mártires, salvadores o mesías, llamados a resolverlas y construir un nuevo orden.

Esta modalidad discursiva es legítima y efectiva porque es compartida. La sociedad (y los protagonistas de la confrontación armada, que comprendidos como víctimas son parte de ella) es el destinatario principal del discurso de la guerra. La victimización encarna valores legítimos a los que aspiran las víctimas, como los deseos de no sufrir, de apaciguar el dolor, de derecho a la dignidad y la tranquilidad, y que se articulan a otros valores referidos al sacrificio, la justa culpa y la responsabilidad social. En este sentido, las víctimas se vuelven objetos de disputa por el poder que ellas encarnan, en tanto legitimadores de los discursos, valores y prácticas que los agentes del conflicto proponen.

Desde esta perspectiva los actos de violencias y de fuerza, las acciones excepcionales y la construcción de víctimas, victimarios y salvadores, se convierten en maneras privilegiadas de existir en la esfera pública mediática. Y son percibidos como estrategias para convertirse en agentes políticos de los debates sociales y en la definición de la realidad nacional, regional y local.

La consolidación de un discurso dramático sobre la guerra también muestra la historia y el presente marcado por la indefinición. Todos los agentes coinciden en calificar a este relato como repetitivo, circular e inconcluso, sin finales, ni cierres. Esta característica se relaciona con la significación de un sino trágico de los colombianos y del país, que no sólo mantiene la guerra en el tiempo, sino que se la expande hacia todos los ámbitos de la vida social.

La victimización es una práctica de construcción y reconstrucción identitaria que permite vincularse o desvincularse de la guerra, acercarse o tomar distancia de sus agentes, integrar o excluir a otros. De igual manera se convierte en una forma de diferenciarse o identificarse con los agentes de la guerra. En este sentido la victimización es un recurso, una potencia, para construir y definir la ciudadanía y la autonomía individual, y una forma de resistencia y acople a las reglas de la guerra, para sobrevivir en su contexto.

Diversos narradores y narraciones, proponiéndose como únicas y excluyentes, conforman el escenario caótico y contradictorio de la guerra simbólica. Estas narraciones cruzadas generan una crisis social de representatividad : ningún discurso es legítimo. Ninguno de los agentes, que se proponen como centros articuladores de las narraciones, ha logrado el poder y la credibilidad para describir el presente, y desde allí proponer modos de significar el pasado y el futuro. La sociedad civil se manifiesta incapaz de consolidar visiones del presente que puedan participar en esas pugnas. El malestar sentido en las organizaciones de la sociedad civil, y en los pronunciamientos de los navegantes, es evidencia de su descontento ante la ausencia de discursos o visiones alternativas de la realidad frente a la guerra. Para los receptores, la imposición de uno de los discursos significaría terminar con el ocultamiento y la incertidumbre, derrotar la guerra como mentira, pues se impondrían verdades consolidadas, susceptibles de seguir o refutar.

Este reclamo es hecho desde una perspectiva de ciudadanía, y de acción colectiva e individual acorde a las condiciones del país y del mundo global, de manera que permita redefinir la vida social y subjetiva, en una perspectiva de construcción de futuro sin guerra.

Aunque se reconoce el carácter de la disputa simbólica a través de las narraciones, se espera la imposición de una sobre las demás y su permanencia y estabilidad en el tiempo, en una lógica de coherencia entre la realidad y las significaciones que sobre ella se construyen. Esto revela un reconocimiento negativo frente a la confusión y la incertidumbre, y un desconocimiento del dinamismo cultural, de las significaciones y de sus disputas.

Expresa, además, negación y rechazo hacia los agentes sociales en cuanto tratan de hacer coincidir sus narraciones con los hechos del presente y la historia para convertirlos en verdades, sin describir o aprehender la realidad « tal y como ella es » en sus narraciones. Esta pretensión de transparencia y correspondencia integral entre hechos y narraciones, desconoce la interpretación, los intereses y las disposiciones de los agentes que se debaten en este ejercicio de poder : la pugna por las representaciones.

Cuando se exige coherencia entre hechos y narraciones, como verdad y objetividad también se hace evidente el desprestigio del discurso. Eso explica el constante pedido de acciones, más que de palabras y relatos: acciones que parecen explicarse por sí solas, sin necesidad de análisis o interpretaciones de ningún tipo. Un pedido inconsecuente con un campo caracterizado por su quehacer simbólico, como es el de los medios y el Internet. Un pedido que mantiene la división binaria entre hechos e interpretaciones y no da cuenta de su mutua relación y dependencia.

El reconocimiento negativo de la incertidumbre y la confusión, generadas por la situación de guerra, que no produce ni bienestar ni progreso colectivo e individual, ni mucho menos felicidad, unido a la sensación de engaño y decepción ante el fracaso de los procesos de paz, y al contexto internacional convulsionado por la guerra frontal contra del terrorismo, hizo que las demandas de la sociedad se desplazaran drásticamente hacia el extremo de la guerra. Todo esto explica la creciente legitimación pública de las acciones militares y de fuerza; acciones de guerra que se imponen sobre los debates, los diálogos y la pugna de argumentos, como formas de preservar la democracia, la libertad y los derechos humanos.

Commentario

En las prácticas y narraciones generadas alrededor de la comunicación y la información mediadas por Internet, se pone en evidencia una pugna por la verdad, una disputa por la construcción de un relato certero de la situación del país, por la imposición de un discurso correcto y veraz - y por tanto legítimo- sobre la guerra y la paz. Un discurso homogéneo y cerrado que se reclama como reducción de la incertidumbre y el miedo, y que aparece como centro generador de valores, prácticas, instituciones e identidades que se proponen como igualmente ciertas y totalizantes. Este discurso de la guerra implica relatos sobre la historia, la identidad de los agentes, la paz, la democracia, la ciudadanía y lo público.