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Transformation de conflit, de Karine Gatelier, Claske Dijkema et Herrick Mouafo

Aux Éditions Charles Léopold Mayer (ECLM)

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Fiche de témoignage

, Nicaragua, avril 2008

Entrevista con José Pablo BAPTISTA

Entrevista realizada por Henri Bauer y Nathalie Delcamp (Irenees).

Irenees :

¿Podría presentarse por favor?

José Pablo Baptista :

Soy de orígen centroamericano, en los años 1970-1980 me comprometí en la lucha por los derechos humanos y la democracia en América Central, en un contexto internacional de guerra fría y en un contexto interno de conflicto armado, participé entonces en la red “ciudadanos centroamericanos para la paz” que es ahora “sembradores de paz”.

Desde los años 1990 trabajo en el campo intelectual, soy ahora politólogo, con un diploma de Doctorado en ciencias políticas obtenido en Europa, estudio sobre todo el tema “conflictualidades y paz en América central” que, por supuesto, tiene muchas relaciones con lo que sucede en América latina y en el continente americano, especialmente en y desde Estados Unidos. Lo que me lleva a trabajar América Central también en una perspectiva de relaciones internacionales y de geopolítica.

Actualmene trabajo como investigador independiente para varias universidades y centros de investigación, especialmente en América latina. Soy también consultor para varios organismos públicos y privados.

Sigo luchando, desde las ciencias políticas ahora, por la construcción de un mundo más justo y más respetuoso de la dignidad de cada persona, especialmente de los que son menospreciados por el sistema actual. Sigo creyendo en la afirmación atribuída al Che Guevara “seamos realistas: soñemos”.

Irenees :

¿Cuáles son las principales razones de su compromiso por la paz?

José Pablo Baptista :

Hé visto muchas personas civiles ser víctimas inocentes de la violencia irracional e injusta. En Nicaragua, en el Salvador, en Guatemala entre los años 1970 – 1980. Hé vivido en carne propia los sufrimientos que los señores de la guerra provocan a civiles inocentes.

Es en este contexto en el que estuve tentado por utilizar yo también la violencia. El movimiento guerrillero ofrecía una respuesta a mis angustias y a mis miedos de entonces, justificando la violencia con razones ideológicas que los comandantes guerrilleros presentaban como legítimas. Sin embargo me daba cuenta que los revolucionarios de la época no hacían otra cosa más que utilizar los mismos métodos que ellos denunciaban, reproduciendo la violencia de los del otro bando y poniendo a la población civil, que deseaba la democracia y la paz, en medio del “sandwich” de la violencia.

Bastaba un poquito de inteligencia para comprender que responder a la violencia con la violencia podía crear una espiral de violencia interminable, un conflicto que traería la muerte, en primer, lugar, para la sociedad civil. ¿Se trataba realmente de una guerra civil entre conservadores y revolucionarios, entre militares y guerrilleros? ¿O de una guerra de una minoría de los amos de la guerra contra la sociedad civil?

A pesar de las dificultades sumamente graves, como muchísimos otros ciudadanos centroamericanos, seguí creyendo en la paz y luchando con medios no violentos. No quería que ni siquiera mi peor enemigo viviera lo que yo viví en las manos de los paramiliares. Se trata de una denigración profunda, total, de la dignidad de la persona. No creo que nadie tenga el derecho de hacer ésto a otra persona. Sin embargo la guerra no sólo lo permite sino además lo favorece. Y ésto sigue sucediendo todos los días, en pleno siglo 21, en Irak, en Afganistan, en Palestina, en Colombia, en Guantánamo… sin que el mundo se escandalice… Es por ésto que trabajo por la paz.

Irenees :

Siendo usted profesor de universidad : ¿qué importancia concede al análisis, a la investigación y a la elaboración de herramientas y recursos por la comprensión de conflictos y la construcción de paz ?

José Pablo Baptista :

La construcción de paz nace de la harmonía entre la irenopraxis, o práctica de la paz y la irenología, o estudio de la paz. Se trata de dos hermanas que no pueden vivir una sin la otra: si una hace falta, la otra muere.

La acción por la paz sóla, sin análisis de la situación conflictual, sin identificación de los actores, sin métodos ni herramientas, sin objetivos, que hacen que la comprensión de la acción esté ausente, no constituye una acción, en el sentido de Blondel, sino un activismo estéril en el mejor de los casos, contraproducente la mayoría de veces.

El estudio de la paz sólo, sin lazos fuertes con la acción, sin contacto con el terreno, sin compromiso sincero por la paz, no constituye un pensamiento, en el sentido de Aristóteles, sino una creencia mítica.

En la América Central del siglo XX, esta pregunta encontraba su respuesta más importante en una perspectiva marxista, según la cual la estructura social, especialmente las relaciones económicas, son el orígen de las ideas y el pensamiento no es sino una superestructura de la realidad. Lo que importaba era la acción: se consideraba entonces que los intelectuales no elaboraban más que teorías inútiles siendo una carga económica para la sociedad ya que no producían bienes.

Otra perspectiva respondía a esta primera, se trata de una perspectiva platónica, según la cual las ideas son el orígen de la realidad y la acción no es sino una concretización del pensamiento. La elaboración de ideas, de teorías, éran supravalorizadas como fuente para la acción: varias ideologías holystas fueron elaboradas en este marco teórico, desprendidas de la realidad y totalmente fictivas o míticas.

En realidad, me parece que las dos teorías no éran tan distintas: por un lado, ambas postulaban artificialmente la separación de la acción y del pensamiento y, por otro lado, ambas éran eminentemente dogmáticas e impermeables: cada una se consideraba la verdadera.

Yo adopto más bien la perspectiva de Max Weber, que trata de demostrar los lazos de dependencia recíproca entre idea y acción. En esta perspectiva, la práctica de la paz genera ideas que, a su vez, inspiran la práctica, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y contínuo.

Tanto la práctica de la paz es factor de generación de ideas como las ideas para la paz son factor de generación de práctica. El pensamiento para la paz es una producción de la acción y al mismo tiempo un productor de acción para la paz. En este sentido, el análisis, la investigación, la elaboración de herramientas y recursos por la comprensión de conflictos y la construcción de paz son tan esenciales para la paz como el compromiso y la acción por la paz. Más aún: uno sin el otro no tiene ningún sentido para la paz.

Es también por ésto que considero mi partipación a Irenees como algo prioritario, ya que ahí encuentro esta búsqueda efectiva de harmonía entre irenopraxis et irenología.

Irenees :

Además de polítólogo, y consultor usted es investigador independiente. Se dice que en Europa los intelectuales por una parte y quienes trabajan por la paz en el campo por otra parte lo hacen con lógicas diferentes, muchas veces paralelas. Mientras que en América Central los actores de campo producen también saberes y los intelectuales lo hacen en una actitud de “compromiso” por la transformación social: ¿cuáles serían, según usted, las ventajas y los límites de éstas actitudes en Guatemala?

José Pablo Baptista :

Me exprimo desde el punto de vista del investigador y no hablo únicamente de Guatemala sino de América Central.

Es cierto que ésta asociación personal entre pensamiento y compromiso es común en América Central. Una de las ventajas de esta actitud en nuestros países centroamericanos es que el investigador está en contacto permanente con actores de paz que trabajan en el campo, o que él mismo realiza un trabajo de campo. Lo que le permite estar en capacidad de elaborar su pensamiento a partir de la acción, de la realidad, y alejarse de una perspectiva ideológica, dogmática, mítica. Así como también confrontar sus hipótesis, teorías y sus convicciones con los cambios y las transformaciones de la acción en el campo y, así, poder ir adaptándolas.

Esta actitud me parece intelectualmente legítima.

Sin embargo es una situación que comporta también riesgos. Por ejemplo, uno de los riesgos es que el investigador, sumido en la complejidad de los conflictos, puede perder la distancia crítica para realizar un análisis científico, para comprender y poner los conflictos en perspectiva, para elaborar proposiciones. Muchas veces los conflictos, la violencia y la guerra cuestionan al investigador como persona, él se siente personalmente involucrado, comprometido, la construcción de la paz puede convertirse en una “causa” por la cual el investigador está dispuesto a luchar por todos los medios. Lo que puede hacerlo olvidar el factor tiempo y sentirse en una situación de urgencia. Los escándalos producidos por la violencia y el sentimiento de urgencia por la paz que penetran el pensamiento del investigador pueden darle una carga muy fuerte de subjetividad y de emotividad a la elaboración de sus ideas e incluso impedirle elaborar instrumentos, herramientas, métodos, análisis, proposiciones al servicio de la construcción de una paz durable. Piensa que es un intelectual cuando, en realidad, se ha convertido en un militante y las ideas que elabora no son sino argumentos para justificar sus posiciones prácticas.

Aunue no está explícito en la pregunta, me permito una pequeñísima reflexión sobre la otra actitud, más vivida en Europa.

Una de las grandes ventajas de la distinción metodológica entre el que trabaja por la paz en el campo y el intelectual, es que este último goza de un contexto de muchísima más serenidad para elaborar sus hipótesis, que tiene bastante distancia crítica para inventar instrumentos y herramientas, que cuenta con medios intelectuales para desarrollar sus análisis sin la presión de la que podría ser objeto en un contexto de conflictividad, de violencia o de guerra y sin el sentimiento de urgencia. Unos de los mejores intelectuales de la paz trabajan en Canadá, en Noruega, en Suecia…

Esta actitud me parece también intelectualmente legítima.

Sin embargo, es una situación que comporta también riesgos. Por ejemplo, uno de los riesgos es que el investigador, alejado de los conflictos reales, de la violencia y de la guerra sobre la cual él reflexiona, no cuente con mediaciones efectivas entre su trabajo y las exigencias reales de la paz. Y entonces desarrolle un pensamiento autónomo, teorías perfectas y soluciones a todos los problemas que, sin embargo, en la complejidad de las conflictualidades reales pueden no tener ningún sentido. No basta con poseer muchísimos medios intelectuales de elaboración de ideas, ni un contexto de serenidad y de paz social, ni muchos medios económicos para ser un actor pertinente en la construcción de paz, menos aún en el campo intelectual.

Es ésto lo que provoca, en Europa, la utilización de dos lógicas diferentes para trabajar en la construcción de paz: la del intelectual por una parte, la del militante por la otra.

Estos dos ejemplos, América Central y Europa, me recuerda la historia de dos hermanos, uno se consagró a estudiar el árbol, pero no vió el bosque. El otro estudió el bosque, pero no vió el árbol.

Irenees :

Los Acuerdos de Paz fueron firmados en 1996: ¿cuáles son, según usted, los avances reales en la construcción de sociedades más pacíficas en América Central ¿Y Cuáles los desafíos prioritarios para construir la paz?

José Pablo Baptista :

Los Acuerdos de Paz firmados en 1996 fueron los del conflicto armado en Guatemala, antes habían sido firmados los acuerdos de paz de Nicaragua y los del Salvador. La calificación de “avances reales” en la paz depende mucho de la situación y de la percepción de la persona que hace tal apreciación.

Un primer ejemplo: la comparación en el espacio. Hay observadores de la sociedad centroamericana que se dan como criterio de evaluación una sociedad pacífica, a veces real y muchas veces imaginaria, con la que comparan las sociedades reales centroamericanas: ellos deducen que estas últimas están aún muy lejos de la paz, y van a poner el acento en los problemas a solucionar, en los conflictos que permanecen, dando lugar a la teoría de “los viejos demonios” que nunca desaparecen. Este es el caso muchas veces de observadores extranjeros que viven en sociedades pacíficas y que quisieran que las sociedades de América Central fueran como la sociedades en las que ellos viven.

Un segundo ejemplo: la comparación en el tiempo. Hay observadores de la sociedad centroamericana que se dan como criterio de evaluación la América central de la época del conflicto armado, con la que comparan las sociedades centroamericanas actuales: ellos deducen

que estas últimas ya no están viviendo un conflicto armado interno, ya no están en guerra, que han comenzado a caminar hacia la paz, y van entonces a poner el acento en los logros, en los avances, privilegiando la paz como “proceso” de construcción social. Este es el caso de muchos centroamericanos que han vivido la violencia y que viven ahora en una etapa de transición, donde todavía no puede hablarse de sociedades pacíficas, pero tampoco de sociedades en guerra.

Yo considero que las dos perspectivas son no solamente legítimas sino también complementarias.

Es, me parece, el sentido de esta pregunta que busca los “desafíos” y los “avances”;

Porque desafíos los hay todavía, muchos y profundos.

Por ejemplo, las desigualdades sociales, económicas, políticas, culturales. La falta de justica hacia los responsables de violaciones a los derechos humanos y de crímenes La inseguridad y la delincuencia. La falta de conciencia ecológica y de respeto de los recursos naturales. La expansión de la mentalidad individualista que lleva a la indiferencia hacia el otro y al egoísmo ciego. La pérdida en el campo ético del sentido del valor y de la dignidad de la vida humana.

Ya que no es fácil pasar de la violencia a la paz. Se trata de un proceso largo, difícil, sumamente exigente. El stock intelectual y simbólico que posée una sociedad que ha vivido la guerra es muchas veces de intolerancia y violencia. Cuando, en cambio, la construcción de la paz necesita una cultura de tolerancia, de cooperación, de respeto, de justicia, de solidaridad, de co-responsabilidad. El paso de un universo simbólico marcado por la violencia al otro caracterizado por la paz no se hace ni inmediatamente después de la firma de acuerdos de paz ni de manera automática.

Sin embargo, me parece que en América Central este proceso está en marcha, no sin dificultades, y que se han hecho algunos avances. Por ejemplo, el haber remplazado las dictaduras civiles o militares por gobiernos democráticos, fruto de elecciones pluralistas. El haber permitido a los combatientes ilegales de entrar en el juego democrático convirtiéndose en partidos políticos y en candidatos a elecciones El haber empezado efectivamente el proceso de instauración del estado de derecho. El haber comenzado a desarrollar políticas públicas en el campo de la salud, de la educación. El estar realizando reformas administrativas y económicas para favorecer la recaudación fiscal por parte de las minorías más ricas. El haber inaugurado algunos programas de redistribución de la riqueza hacia las poblaciones más necesitadas. Por supuesto que, en la mayoría de los casos, estamos todavía balbuceando: se trata de comienzos de procesos nuevos que, aunque son todavía frágiles, me parece que ilustran una apuesta social por la construcción de paz y que van en la buena dirección, con la condición que se dediquen a trabajar respondiendo a los desafíos profundos de nuestras sociedades y no a intereses exclusivamente particulares.

Irenees :

Usted participó en las luchas ciudadanas por la democratización y la pacificación de América Central en la época de los conflictos armados en Nicaragua, el Salvador, Guatemala. En ese contexto, usted experimentó la represión violenta. Ahora es un intelectual e investigador: su terreno es más teórico. Qué piensa de ese cambio?

José Pablo Baptista :

Sí, se trata de dos modos distintos de trabajar por la paz, sin embargo no están desconectados, al contrario: acción y saber se enriquecen mútuamente. Pero, en mi caso, se trata de un verdadero cambio. De ir encabezando manifestaciones que me convirtieron en especialista para soportar el gaz lacrimógeno al principio hasta planificar programas de acción social y política al final, ahora voy desde la lectura de grandes y pequeños autores hasta el trabajo de formación, de investigación y de publicación. El cambio no há sido fácil. Aunque no es más que un cambio de método. Los valores éticos permanecen, los objetivos buscan siempre la construcción de un mundo menos duro para los más pequeños. Pero este trabajo ya no se realiza en el campo de la acción social, sino en el campo intelectual, en una dinámica de continuidad y de coherencia. Mi experiencia me dá algunas herramientas de comprensión que otros pueden no poséer, al mismo tiempo mi pasado me ubica en una posición precisa en tanto que investigador y que puede carecer de herramientas que otros poséen. No se trata de decidir qué es lo mejor, las dos posiciones son legítimas, se trata de entrar en una actitud de intercambio y de enriquecimiento recíproco entre el militante y el intelectual, el pasado y el presente, la acción y el saber, etc. Para ser breve, si en mi caso yo estaría de acuerdo con la idea de “cambio”, prefiero la de “intercambio”. Esta perspectiva teórica lleva a pensar el trabajo intelectual en términos de “compartir” más que en términos de “competir”.

Irenees :

Usted realizó estudios en Europa y mantiene lazos fuertes con el viejo continente: cómo ve usted las relaciones actuales entre América Central y Europa?

José Pablo Baptista :

América Central está muy cerca de los Estados Unidos, más aún en el campo económico, político y cultural que en el campo geográfico. Aunque una gran parte de la opinión pública afirma que Estados Unidos han sido siempre los dominadores y América Central la dominada, me parece que esta visión puede afinarse un poco. Desde que los Estados Unidos se convirtieron en la primer potencia del continente americano, las relaciones entre Estados Unidos y América Central han sido caraterizadas por una cierta ambigüedad.

Me pongo desde el lado de América Central: los centroamericanos hemos tenido a los Estados Unidos como modelo, como ideal, como utopía, lo que ha producido admiración, imitación y docilidad. Al mismo tiempo, los centroamericanos hemos tenido a los Estados Unidos como imperialista, como dominador, como antimodelo, lo que ha producido rechazo, oposición, rebelión. Lo que es interesante es que ésto se ha dado, y se da, “al mismo tiempo”, lo que hace que nuestras relaciones estén caracterizadas por la ambivalencia: cercanía y desconfianza, admiración y rechazo, imitación y oposición… Porque tanto los aspectos positivos de nuestras relaciones son sumamente importantes y enriquecedores para nosotros, como los aspectos negativos son sumamente importantes y destructores para nosotros.

En este contexto, América Central busca Europa. No para remplazar a los Estados Unidos, lo que parece impensable e imposible, sino en una perspectiva de equilibrio.

Para nosotros, Europa significa historia y cultura, respeto de los derechos humanos y democracia, un sistema social que en un contexto de capitalismo y de mundialización sabe desarrollar políticas de bien común, un esfuerzo de unificación regional, un esfuerzo por desarrollar la negociación y la diplomacia en caso de conflictos, etc. Si los Estados Unidos son para nosotros la potencia con la que hay que aprender a convivir, Europa es en buena parte un modelo del que podemos aprender.

Aunque estamos también muy concientes de los límites de Europa, de sus dificultades especialmente en el campo del humanismo: los europeos inventaron el totalitarismo, el nazismo, los campos de concentración como fábricas de genocidio, la Shoah. Milosevick, Hitler, son europeos… Europa no es solamente un modelo, sino también víctima de sus contradicciones y de sus conflictualidades internas a veces no asumidas por los mismos europeos.

Sin ir más lejos, actualmente una buena parte de la población europea tiene dificultades para aceptar al otro diferente, para respetarlo, pienso en la teoría europea de la diferencia de razas, así como en su actual puesta en práctica. Europa proclama al mundo que es una región donde no hay guerra desde hace más de 50 años, negando con ésto que Europa no es solamente el oeste, sino también el centro y también el este: Serbia, Kosovo, los Balcanes…

Me parece que es también por ésto que buscamos Europa, y en cierto sentido tal vez fundamentalmente por ésto: porque se trata de un pueblo que ha vivido lo que nosotros vivimos, que conoce el dolor y el sufrimiento de ser víctima y de ser victimario, que sabe luchar a pesar de todo, que ha sabido renacer de sus propias cenizas… El pueblo europeo es un pueblo conciente que puede ser un creador de cosas admirables, lo que le dá un cierto orgullo, así como de horribles tragedias, lo que le dá un poco de humildad.

Es por ésto que considero como sumamente positivo que América Central busque profundizar sus lazos con Europa, y que Europa, en una actitud de co-responsabilidad, busque profundizar sus lazos con América Central, en una dinámica basada en el respeto y buscando el enriquecimiento mútuo.

Irenees :

¿Cómo explica usted que la mayoría de los países lationoamericanos hayan escogido gobiernos de centro izquierda o de izquierda?

José Pablo Baptista :

Es necesaro utilizar diferentes perspectivas para explicar este fenómeno actual, especialmente históricas, políticas, económicas y culturales. En una perspectiva de corto plazo, incluso de cortísimo, se dice que una de las grandes razones es el fracaso de las políticas neoliberales de los años 1990, que yo resumo en dos elementos que me parecen importantes.

Primero, la liberalización de la economía, la privatización de los servicios públicos y la entrada despanpanate de las economías nacionales latinoamericanas en el proceso de mundialización capitalista tal que éste se desarrollaba en los años 1990. Lo que produjo ciertamente crecimiento de las economías nacionales, especialmente respecto a la década perdida de los años 1980, en México, en Brasil, en Chile, pero que no logró concretizar su dimensión mágica que pretendía que el crecimiento de la economía produciría como de manera automática bienestar para todos ya que la mano invisible sabría repartir la riqueza producida. En realidad, estas medidas económicas contribuyeron a continuar profundizando las desigualdades entre una minoría que continuaba a poseer y manejar el capital económico y una mayoría dividida entre los pobres y la clase media que estaba entonces en proceso de empobrecimiento. La injusticia social, las desigualdades y la pobreza se concrteizaban por medio de situaciones de sufrimiento y casi inhumanas que eran sufridas por los más pobres.

Segundo, la indiferencia del sistema económico ante este sufrimiento. Me parece que este segundo elemento es también esencial: el alma de este sistema económico liberal y capitalista que producía desigualdades, pobreza y sufrimiento estaba constituída por una cultura individualista que en un contexto como el nuestro se convertía fácilmente en egoísmo y que desembocaba en una ética de la indiferencia hacia el sufrimiento de los más pobres. Se trataba de un sistema que producía sufrimiento y al mismo tiempo indiferencia a este sufrimiento. Esto no concuerda con muchísimas prácticas de la mayoría de las poblaciones pobres latinoamericanas que tienen un sentimiento de comunidad muy fuerte, que le dan una gran importancia a la solidaridad hacia el otro, especialmente hacia el que sufre, y que ponen en práctica mecanismos sociales de ayuda mútua tan banalizados como eficaces.

Este me parece que es un elemento, entre muchos otros, que pueden ayudar a explicar el hecho que varios países lationoamericanos hayan escogido a principios del siglo XXI gobiernos de centro izquierda o de izquierda.

Se trata, por un lado, de un rechazo al individualismo y al egoísmo como valores determinantes de la economía y por consecuencia de la construcción de las relaciones sociales y, por otro lado, la opción por buscar un poco más de justicia social y de equidad, de solidaridad y de humanismo.

¿Los actuales gobiernos de izquierda o de centro izquierda responderán a las esperanzas de las poblaciones que los han llevado al poder? Esta es otra pregunta…

Irenees :

¿Según usted, cuáles son los desafíos prioritarios para construir la paz después de un conflicto armado o una guerra?

José Pablo Baptista :

Yo clasifico estos desafíos en dos grandes tipos.

Desafíos materiales y desafíos culturales y simbólicos.

En cuanto a los primeros, el desarmamento de los combatientes, su reinserción en la sociedad civil, la readecuación del ejército, la desmilitarización de las instituciones y de las relaciones sociales, el regreso y la reinserción de las poblaciones desplazadas, la aplicación de la justicia a los responsables de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad, la reconstrucción de la infraestructura física destruída por los combates, la atención a los recursos naturales víctimas de la violencia…

En cuanto a los segundos, la délegitimación de la división social en grupos opuestos y la deconstrucción de la figura del otro como enemigo; la atención especializada de las víctimas del conflicto, sobre todo de la población infantil, especialmente desde un punto de vista psicológico; la elaboración de la memoria y de la historia del conflicto; el reequilibrio en el espíritu de la población de la pasión y de la razón; el desarrollo de prácticas de encuentro y de reconciliación entre pobalciones que se consideraban como enemigas; el establecimiento de mitos fundadores de la paz; la elaboración y la difusión de una cultura de respeto a la vida, a la diferencia, de tolerancia y de paz; la recuperación de ritos antiguos y la invención de nuevos ritos conmemorando las víctimas y festejando la opción social por la paz; la formación de líderes sociales y de responsables políticos en la gestión pacífica de diferencias y de conflictos; el trabajo de análisis y de investigación para identificar los factores que llevaron a la violencia así como para desarrollar y proponer un nuevo proyecto de sociedad…

Esto para decir muy claramente que la violencia destruye las carreteras y las escuelas, los cultivos y los edificios, que ésta mata a la gente, pero que también hiere muy profundamente las creencias, los valores, la confianza, la esperanza, la ética, en una palabra, el alma de las poblaciones que sufren la violencia.

Muchas instituciones que trabajan en la reconstrucción de la paz después de un conflicto armado o una guerra tienen tendencia a trabajar en primer lugar, si no exclusivamente, sobre los primeros factores, ya que es más fácil y los resultados son evidentes. Cuando los segundos son tan importantes como los primeros. En mis sesiones de formación de líderes sociales por la paz, me gusta utilizar la imágen del cayuco que necesita dos remos para avanzar: la reconstrucción de la paz necesita también un trabajo fuerte en el campo material así como en el campo cultural y simbólico. Uno sin el otro es ineficaz.

Irenees :

¿Cuales son, según usted, las conflictualidades y las amenazas para la paz más importantes en el mundo actual?

José Pablo Baptista :

Estoy profundamente convencido que los conflictos mayores de mañana se juegan en las relaciones del hombre con su Planeta: cómo puede éste harmonizar la satisfacción de sus necesidades con la gestión responsable de los recursos naturales de su medio ambiente. Dos ejemplos.

La tierra. Creo que la cuestión agrícola será un factor mayor de conflictos para el mundo de mañana. Parafraseando a Ghandi, puede producirse comida para satisfacer el hambre de toda la humanidad, pero no puede producirse suficiente para satisfacer el egoísmo de una sola persona. El modelo económico actual sigue privilegiando una respuesta al hambre de la humanidad, a su necesidad de alimentarse, por medio de la producción industrial, descuidando totalmente la cuestión agrícola que se pretende únicamente instrumentalizar. En este sentido, el sistema mundial de producción de alimentos está ordenado en primer lugar a las necesidades del Occidente que, gracias al sistema económico actual, sabe determinar la producción de la alimentación, en Thailandia, en Cachemire, en Costa de Marfil, en Haïti… Creo que es un camino equivocado y que estamos produciendo un conflicto inmenso a nivel planetario.

El agua. El acceso al agua, su gestión y su distribución han sido desde hace siglos factores de conflicto. Estoy convencido que ésto va a agravarse en el futuro inmediato. Podrán haber, por un lado, muchos conflictos locales que van a darse en los 5 continentes, por ejemplo entre grupos que se peléan por apropiarse de un pozo, y, por otro lado, grandes conflictos internacionales alrededor de los ríos, los mares, las fuentes naturales de energía… Actualmente es posible elaborar un mapa de los grandes conflictos acuáticos potenciales…

Seguirá habiendo conflictos internacionales, utilización del terrorismo, etc. Pero me parece que estamos delante de una brecha nueva que se abre y que está íntimamente relacionada con las relaciones del Hombre y de la Naturaleza. Los límites y los defectos fundamentales de la organización social a nivel mundial basada en la centralización y casi la idolatría de la economía por un lado y, por otro lado, las catástrofes naturales que van a producir consecuencias catastróficas para millones de personas, son la prueba de un nuevo y gran conflicto: el del hombre y la naturaleza. Este, me parece, será el gran conflicto de mañana, para el que no estamos preparados.

Me parece que estamos en la situación de dar urgentemente una alerta precoz sobre estos conflictos que amenazan de manera importante la paz del mundo de nuestros hijos.

Irenees :

¿Qué es la paz para usted?

José Pablo Baptista :

Yo pienso que la construcción de la paz no es unívoca, que no tiene un sólo sentido, es por ésto que la imágen de “proceso” no me parece que muestre toda su complejidad; que la paz no es tampoco un archipiélago constituído por varias islas aisladas entre ellas, por lo que también la técnica de la “colaboración mútua” me parece insuficiente; ni siquiera es un mosaico en el que los diferentes pedazos se acercan unos a otros para ofrecer una figura de conjunto.

Hay una imágen que me gusta también utilizar en mis reuniones con líderes locales de paz en América latina: la construcción de la paz es como una cebolla, cuando quitas una capa hay otra, y es la imbricación de las diferentes capas entre ellas la que constituye una cebolla. La construcción de la paz es también el fruto de la imbricación de diferentes dimensiones: la justicia social, el respeto de los derechos humanos, la gestión responsable de los recursos naturales, la democracia, la libertad, etc.

En el mismo sentido, diferentes métodos participan en la construcción de la paz: el trabajo del militante, la mediación del diplomata, la decisión del político, la responsabilidad del empresario, el pensamiento del intelectual, etc. Todas éstas son capas de una misma cebolla.

Para mí la paz no es un objetivo, un ideal, algo que esté más allá de nuestra reaidad, en un mundo imaginario. La paz es un millón de maneras de relacionarse las personas entre ellas, con su Planeta, los pueblos entre ellos, etc. Ella es diversa, polyforme, como la riqueza de la diversidad de culturas, de pueblos, de tipos de relaciones. Lástima que no haya una palabra para expresar “Paz” en plural. Yo sé que ésta puede ser una representación de la paz difícil y crítica, es como decirle a un caminante que no hay meta y que el sentido de caminar no está en el objetivo que se persigue sino en la manera de caminar, o a un creyente que no hay vida después de la muerte y que el sentido de la vida no está en un paraíso que se busca sin parar sino en la manera de vivir cada día, cada instante. ¿Mi respuesta a esta pregunta no parece convincente? Mejor así. Que ella quede abierta a otras posibilidades, a millones de posibilidades, como la Paz…

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