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Transformation de conflit, de Karine Gatelier, Claske Dijkema et Herrick Mouafo

Aux Éditions Charles Léopold Mayer (ECLM)

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Fiche de témoignage

, Argentine, décembre 2017

Revés kurdo tras el referéndum de septiembre 2017

Un referéndum perdido de antemano

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Lo quiera o no, el pueblo kurdo está sumergido en las reconfiguraciones e incertidumbres que afectan al conjunto del Medio Oriente, en un contexto donde el sistema internacional es impotente para promover una nueva estabilidad en la región. Cabe recordar que el Kurdistán es una nación sin Estado las más importante del mundo, incluyendo entre 30 y 40 millones de individuos distribuidos en cuatro países de Próximo Oriente (Turquía, Irán, Irak y Siria), sin olvidar su diáspora. Los Kurdos, quienes quedaron huérfanos de los tratados de 1920 y 1923 de Sèvres y Lausana, ahora tienen que asentar su nacionalismo y encontrar un camino frente a cuatro dinámicas de peso: la guerra civil siria, el colapso iraquí tras la guerra de elección de 2003, el endurecimiento imperial de Turquía y la expansión regional iraní.

Del lado sirio, las tropas kurdas sirias, apoyadas por Rusia y los Estados Unidos, demostraron al contrarrestar al Estado islámico, que su mejor ejército estaba en Rojava. Del lado iraquí, el resultado del referéndum de septiembre de 2017 reveló varias fallas en los planos militar, estratégico y político. Repasamos aquí brevemente a las consecuencias de este referéndum de 2017 a raíz de los testimonios de Gérard Chaliand (quien regresó recientemente de una misión en el Kurdistán iraquí) y Hamit Bozarslan (investigador de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en Francia - EHESS).

En efecto, el referéndum kurdo para la independencia, celebrado el 25 de septiembre de 2017 por el Gobierno Regional Kurdo (KRG), era de hecho un proyecto inalcanzable, algo que el pueblo kurdo ya sabía. Gracias al éxito garantizado por el voto popular, Massoud Barzani deseaba renovar su mandato que no tenía desde hace tres años. En una segunda fase, el Gobierno regional kurdo quería negociar con Badgad para asegurarse del control de la ciudad de Kirkuk, rica en petróleo y considerada como la verdadera capital del Kurdistán. La ciudad era ocupada militarmente por los Kurdos, la mayoría de sus fuerzas perteneciendo a la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) de Jalal Talabani, quien acababa de fallecer en octubre 2017. En la víspera del referéndum, el gobernador de la ciudad, miembro de la UPK, acababa de proclamar lealtad a Massoud Barzani.

Todas las partes involucradas en el conflicto iraquí, de cerca o lejos, se habían opuesto al referéndum, incluidos los Estados Unidos que se habían aliado a los Kurdos de Irak desde 1991. Recordemos que los Kurdos no tienen poder sobre el actual régimen de Badgad. El referéndum se llevó a cabo en dos entidades: el Kurdistán de Irak (delimitado por las fronteras de 1991-2014) y los territorios adyacentes pertenecientes al Estado iraquí (Bagdad) hasta 2014, donde el Estado islámico del califa Al Baghdadi se estableció entre 2014 y 2017. Las tropas de Bagdad fueron capaces de ocupar la segunda ciudad más importante del país, Mosul, y las fuerzas kurdas rebatieron las tropas del Estado islámico hacia las afueras de Mosul. El referéndum no sólo se refería al propio territorio kurdo de Irak, sino también al antiguo territorio iraquí que las fuerzas kurdas acababan de ocupar.

En la opinión de Bagdad, era inconcebible que el referéndum pudiese referirse a un territorio que formaba jurídicamente parte del Estado iraquí. De antemano, el resultado del referéndum iba a ser considerado como inválido. De hecho, nadie apoyó la iniciativa kurda. Votado con entusiasmo por un 72% del electorado, el referéndum reveló una opinión pública a 92% a favor de la independencia y, por lo tanto apareció como un triunfo para los Kurdos. Esto demostró ser de corta duración.

El ejército iraquí, reestructurado en la práctica por las milicias chiítas iraníes, invadió las zonas quedando bajo el poder de los Kurdos, a excepción de las zonas del Kurdistán del Iraq, y avanzó hacia Kirkuk. Los combatientes de la UPK, así como las fuerzas kurdas de Massoud Barzani se retiraron en su mayor parte casi sin combate. Más de 150.000 Kurdos estaban dejando la ciudad de Kirkuk en pánico, con tropas iraquíes controlando todos los pasos fronterizos. Nadie intervino en el asunto. Los Kurdos del KRG (Barzani) perdieron en pocos días la mayor parte de lo que había sido el éxito de los últimos quince años.

La compañía petrolera Exxon también abandonaba el Kurdistán iraqí, mientras la compañía rusa Rosneft firmaba nuevos acuerdos con los Kurdos iraquíes en noviembre de 2017, confirmando el apoyo de Rusia (también en el caso del Kurdistán turco). Sólo quedaba una salida posible pero fácilmente amenazada a Turquía para comunicarse con el mundo exterior. Toda la clase política kurda que apoyó el referéndum, a excepción del primer ministro Nechirvan Barzani, se encontraba en una situación difícil desde el punto de vista militar, político y económico (la mayoría de los salarios se han reducido a la mitad en los últimos dos años).

El fracaso fue supuestamente relacionado con la “traición” de las fuerzas de la UPK, dependiente de la Sra Hero Talabani, viuda del recientemente fallecido líder Jalal Talabani. Todos sabían que ella era hostil a los Barzanis y que dependía de Irán. En otras palabras, la situación general se volvía favorable al Gobierno de Bagdad y a Irán. Para los Kurdos del KRG, se trata de un desastre histórico que remite a la decisión del Consejo Constitucional de Irak de que cualquier secesión del territorio iraquí es ilegal.

Esta situación ha dejado a la población kurda profundamente asombrada. Sin embargo, ¿no eran relativamente previsibles las consecuencias del referéndum? ¿Era necesario confiar en el debilitamiento de Bagdad y en la supresión de la frontera sirio-irakí para establecer una voluntad de independencia sin disponer de los resortes militares e institucionales, y de cierto modo de los consensos políticos internos? Aquí, como en otras partes, los actores sujetados a la agenda de las potencias tienen aún menos margen para cometer errores estratégicos y pocas garantías temporales sobre sus conquistas. Si bien la causa kurda sigue siendo legítima, sus élites políticas son tanto más obligadas a una lectura inteligente de las relaciones de fuerza que no poseen ni de un Estado ni de un sistema de alianzas que puede ir más allá de los intereses necesariamente estrechos y cambiantes en la subregión.

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